materiaverbalis
30 de noviembre de 2007
 
TODOS LOS SOLITARIOS SON IGUALES

Pensar imágenes, no palabras. El cine es imagen y sus metáforas son obviamente visuales, su virtud es detenerse en lo cromático, en el contraste, en revelar un nuevo modo de mirar algo que en un principio es común. En lugar de ello un simple giro o guiño hace diferente algo cotidiano, revelando su poesía. Esto es sobre todo lo que he notado en Happy Together de Wong Kar Wai, una cinta en la que la cámara siempre se detiene para revelar: esa profusión cromática del azul y el morado, esa licuefacción del color en la caída de aguas de las Cataratas de Iguazú al inicio de la película. El cromatismo apagado de las calles de Buenos Aires, a veces vivificado por el reflejo de las luces de neón y el protagonista, Fai, fumando melancólicamente en un umbral. Una imagen muy acorde con el sentimiento de incertidumbre o abandono de sus personajes, hongkoneses perdidos, exiliados en una ciudad que no es la suya y que los condena a la soledad. Gran diálogo cuando uno de ellos dice: “Argentina es Hong Kong, pero al revés. ¿Cómo será Hong Kong al revés?” = toma abierta en auto de Hong Kong: la ciudad de cabeza. El cielo abajo, la ciudad arriba.

La carretera argentina tan infinita como su pampa y ese color verdoso sobre el blanco y negro. Los corredores oscuros de los hostales de mala muerte en Buenos Aires, las habitaciones húmedas y sin embargo estridentes para provocar el marco perfecto del amor homosexual de los dos protagonistas de la cinta. Una calle de Buenos Aires en la que un grupo de hongkoneses juegan al fútbol, azulinos y velados por la claridad de un sol apabullante. Un amante solitario cavilando en una embarcación, el movimiento de las aguas generadas por el motor bajo su mirada lánguida y la cámara moviéndose ebria. Dos homosexuales bailando un tango apasionado en una cocina comunal. Y sobre todo incertidumbre y abandono, soledad, es lo que este gran film despierta en una película aparentemente simple, pero absolutamente lírica en su forma.



Otra escena, uno de los amigos de los protagonista encumbrado sobre un faro en el fin del mundo, entre la Cordillera de los Andes en Tierra del fuego. No hay nada, solo la naturaleza. “Solo se escucha un lamento, como si alguien se lamentara”, dice el personaje. Increíble.

El argumento, la trama. Lo de menos. No por nada, Wong Kar Wai trabaja sin guión. Una pareja de homosexuales que se aman y se odian. Van y vienen. Desean el regreso a Hong Kong y le temen. Buenos Aires los aisla. El título de este comentario es parte de la narración en off, pero qué buen título para un libro, de lo que sea.
 
22 de noviembre de 2007
 
LA COCAÍNA DEL TIEMPO




El pasado de Alan Pauls es una gran novela, increíble las primeras 350 páginas. Aunque hacia el final tiene una resolución más bien floja, porque utiliza una suerte de imagen/metáfora del desamor final y la destrucción del amor por el tiempo, lo cual es válido, pero capitaliza una disminución de su fuerza en las últimas 170 páginas.

Pero todo el proceso que lleva a esa resolución con una prosa minuciosa, cocainómana, escéptica, reflexiva, redundante, una prosa cabecera que se inclina de atrás hacia adelante, y de adelante hacia atrás, de modo caprichoso para hablarnos del amor y sus secuelas en torno al pasado, a todo aquello que se va y que se encarna en fotografías, objetos, sucesos, todo es tocado por el amor y el arte de amar. Porque en esta novela amar es un arte. Y todo parte y llega desde el amor y sus criaturas, enfermizas, obsesivas.

Uno de los objetos preferidos para reflexionar en El pasado, y que además son los mejores depositarios de un pasado compartido y fijado: las fotografías. Antes de las 100 primeras páginas, el narrador dice: Pero las fotografías, como la mayoría de esas nimiedades simbólicas que las parejas acumulan a lo largo del tiempo, lo pierden todo cuando el contexto que les daba sentido se disuelve: no sirven literalmente para nada, no tienen ninguna posteridad. En un sentido, sólo les quedan dos destinos: la destrucción… y el reparto… De modo que las fotos quedaron ahí, estancadas en la indeterminación, como amuletos que, retirados de circulación, no tuvieran otra cosa que hacer que acumular energía y sentido.

El sentido de pertenencia a algo que pierde sustento una vez destruido, agobia en toda la novela, no solo en el amor sino en cada aspecto de la vida, por ello esa desmemoria que es no pertenecer a algo y que encuentra su mayor significación en el amor de pareja, expuesto lo mismo mil veces de modos diversos, con excelentes imágenes, con puntuales y significativas anécdotas, hace de El pasado un artefacto repetitivo como poético, una caja de resonancia espectacular que se afana y se abalanza sobre esas minucias que rodean la vida y que son ella misma.

El pasado va aproximadamente así: Después de una relación de 13 años, una infidelidad y un aborto, Rímini y Sofía, la eterna pareja de la juventud, deciden dejarse por un tiempo, pero el más reacio a hacerlo por miedo a perder, termina siendo quien olvida lenta y conscientemente a Sofía, y Sofía pasa a recordar y no superar la ruptura de su relación. Después de visitar las diferentes aristas del amor con otras mujeres y sendos matrimonios, un hijo, y un largo periodo de refugio en la cocaína (una felicidad más), Rímini regresa con Sofía y a un grupo que se reúne en el bar que han fundado una serie de mujeres engañadas y desengañadas: el mítico bar Adela H, nombre desde el cual parece irradiar el meollo de la novela. Una versión inversa de la niña mala de Vargas Llosa, puesto que Sofía es como Adela H, personaje histórico, hija de Víctor Hugo, de quien se reproduce una aseveración espectacular sobre su amor incondicional y platónico: el amor solo lo puede realizar o alcanzar con el Teniente Pinson.

También Rímini dice algo maravilloso e iluminador viendo una de esas fotografías que explican su pasado: “No, miraba una foto y no decía: Esto que miro sucedió; decía: Esto que miro sucedió y ha muerto y yo he sobrevivido”. Porque el paso del tiempo, la memoria, puestos al servicio de la destrucción del amor, son una máquina minuciosa y paciente, aparentemente obvia y redundante, pero eternamente vencedora, por eso en algún momento se da el siguiente diálogo entre Sofía y Rímini: “¿Se separaron? No exactamente. Nadie se separa, Rímini. Las personas se abandonan. Esa es la verdad, la verdad verdadera.” Quién puede poner en duda eso y como en otro lugar se dice: Qué es el amor sino una selección natural. Con alguna de estas frases en medio de estos sucesos comunes a todos, que alguna vez alguien sufrió o vivió, se puede empezar otra novela, quizá también de 500 páginas.

Encontré el trailer de El pasado (2007) film basado en la novela y dirigida por el brasileño Hector Babenco y protagonizada por el tontón de Gael García.



Y un comentario desde el Festival de Cine de Roma.
 
10 de noviembre de 2007
 
JAMS RUN FREE

Alguna música está destinada a ser escuchada, así como estamos destinados a los libros, estamos destinados a la vida que llevamos, a las personas que nos rodean, al país que cargamos a cuestas, la familia a la que pertenecemos, a las experiencias que nos circundan, al trabajo que soportamos. Como un personaje de Muholland Drive le señalaba al alter ego de Lynch: Con la misma actitud con la que enfrentas al mundo, así el mundo te tratará a ti. ¿Cierto? Esta frase podría tener su correlato en algún refrán. En fin, verdadero o no, recuerdo como si fuera ayer los inicios en la programación de Canal 9 cuando tenía 13 años. A diferencia de todos los chibolos de mi barrio, a mí me gustaba el rock, cuando todos morían por la salsa y sus venenos. Una buena escapatoria eran esos inicios, porque solían poner videos de esa música que me apasionaba. Recuerdo un video en especial, de un desconocido grupo neoyorquino Sonic Youth, era una canción que se llamaba Superstar. Eran días largos frente a esos veranos infinitos que solía llenar jugando fútbol en esa larga pista abandonada llamada La Costanera con ahora rancios jugadores de fútbol profesional, y todos aquellos púberes como yo, que seguramente ahora deben estar en la treintena de su vida. Algunos en los cuarenta. Ahora que estaba chekeando el Youtube, encontré este video de su último disco Rather Ripped. Un poema visual, lleno de sensaciones y colores, como el mejor poema simbolista.



Así debería sonar mi novela, mi siguiente novela. Y también alguien debería decir en ella, corriendo por La Costanera: I hope its not too late/ For me/ It's too good/ On this sea/Where the light/Is green.
 
9 de noviembre de 2007
 
UN PAÍS PLASTA

Hay gente que reclama la informalidad y el salvajismo de los comerciantes de Mesa Redonda. Que denuncia su poca estima por la vida propia y la ajena, autoridades que también cargan la voz y la tinta contra ese flagelo del champazo y la cultura chicha del vivo. ¿Pero quiénes reclaman? Los mismos políticos que subcontratan a sus empleadas como asesoras, los periodistas echados a lobbys empresariales o al mismo gobierno, hipócritamente imparciales, los buenos jefes y mejores empresarios que le sacan la vuelta a la ley del empleo, cuyos trabajadores no saben de CTS ni seguro médico, y que deben zafar cada inspección del Ministerio del Trabajo, las autoridades que abandonan los requisitos mínimos para sanar y educar a las gentes de este castigado país. Que reciben coimas y bolsas para pasar solapa nomás la próxima inspección de Defensa Civil o la ineptitud del Indeci. A los que no les tiembla la mano un ápice para esconder los muertos por vacunas y transfusiones de sangre, porque que se muera un peruano misio importa un bledo. Morirse por responsabilidades específicas no importa, si no tienes voz.

Y lo más paradójico es leer a esos voceros pseudo progresistas, liberales, fascistas solapas, que antes defendieron el desmantelamiento del Estado y que ahora piden no solo que exista el Estado sino que crezca, que se haga sentir, y que no restrinja su influencia y manejo a dos cuadras de Palacio de Gobierno. Paradojas de la vida, aún lo recuerdo claramente en mis orejitas de niño, esas cosas dichas contra los elefantes blancos de gobiernos ochenteros, dichas moviendo la cabeza afirmativamente a favor de las privatizaciones ladronas y tramposas. En qué benefició todo eso, sino a un grupo que quizá sea el mismo que ahora (con esa coherencia que caracteriza a los cínicos) reclame más Estado. Y la paradoja más grande es ver que a quien se le acusaba de inyectar con el virus elefantiásico al Estado, sea ahora a esta edad que tengo, quien gobierna esta “plasta de país” como dice un periodista de gran hígado.

Cómo enjuiciar a esos comerciantes, si la informalidad es la razón de ser de los peruanos. Si ese bicho está metido hasta la médula misma. Es el mismo que nos condena a saltarnos la regla en el día a día, a no respetar al de al lado, a desconocerlo, a ignorarlo, en cada instancia de la vida cotidiana. Ese mismo bicho que genera miles de muertos en las pistas.

Quiénes se arrogan la moralidad si las autoridades y los comunicadores son los primeros en embrutecer a un pueblo cada día más inculto y falto de todo apego a cualquier regla o ley. Con una educación miserable y patética. Si los responsables de los más grandes robos ostentan el poder, quién se atreve a ser el primer imbécil en seguir las reglas en un país donde los ladrones y los menos capaces gobiernan, y que lo mejor que se les puede ocurrir es reeditar la atribuida afirmación de Antonio Raimondi: “el Perú es un mendigo sentado en una banca de oro” (dixit nuestro presidente hablando de la selva, reeditando una vieja y apergaminada polémica de inicios del siglo pasado, las materias primas solo pueden salvar al Perú, así de primarios somos). Basta leer un periódico para confirmarlo. Basta ver la televisión para corroborarlo.

Es verdad, quien describe un país así, sabe perfectamente que éste en particular está condenado y que la gente seguirá amontonando mercadería para sobrevivir, los autobuses interprovinciales repletos y hacinados seguirán precipitándose al precipicio, los ladrones continuarán la repartija, los derechos laborales burlados, el ciudadano embrutecido cada día más por la informalidad y la anomia. Y sobre ellos una clase dirigente inculta y mercantilista dirige y explota. Y una clase media alambizcona que desea mirarse en ese espejo dice chicheñó a todo.

Como dijo un poeta por ahí: mi patria es mi cuerpo. Yo agregaría mi patria es mi hogar y mis libros. Simplemente eso.
 
3 de noviembre de 2007
 
Disculpen la tristeza



¿Por qué algunas ficciones son eternas y otras no? Unas perduran en el tiempo y otras no. De qué depende. ¿Se puede llegar a una respuesta o no? A mí modo de ver esta pregunta es más complicada de responder ahora. En un mundo veloz e inmediato, eminentemente visual, ¿qué es lo que queda fijo?

El verdadero poder de un creador es meterse en la cabeza de la gente. El poder de meterse en el imaginario de la gente.

Ahora bien en un nivel bastante más modesto, digamos nacional, qué ocurre con nuestras ficciones. ¿Cuáles son estas ficciones? Ficciones esenciales. Cine o literatura. ¿Las tenemos? ¿Las de Vargas Llosa? Tengo la ligera sospecha de que mucha gente no ha leído realmente al novelista. Ciro Alegría. Arguedas. Vallejo. Ribeyro. Paco Yunque, Los gallinazos sin plumas. Las películas de Pancho Lombardi. No se lo digas a nadie, tanto en su formato de libro como en la película que se rodó tuvo muy buena acogida y me parece que es uno de las ficciones más recordadas de los últimos años fuera de los canónicos.

Entonces mi pregunta sigue ahí. Limitando más las cosas, cuál es la ficción elegida sobre un acontecimiento como el de la subversión en los 80. ¿Existe esta ficción? ¿La boca del lobo? Yo supongo que esta ficción debería ser una película. Un libro no calaría. Ahí tenemos Abril rojo y todas las demás ficciones que últimamente se han hecho sobre el tema, incluso ganadoras de premios internacionales. No han tenido llegada, digamos popular. Mariposa negra y las demás sobre el periodo post Sendero pasaron sin mucha gloria por nuestras carteleras.

En verdad me refiero a una ficción que sea claramente representativa, que haya pegado en el ideario nacional. ¿Esto solo se puede dar por el poder de una persona, un creador, o son otras personas quienes deciden qué historia se cuenta y cuales no? ¿Es así de claro el asunto, o es más complicado? ¿Cómo debería ser esta historia que represente una etapa, una fisura? Si, como decía Peter Elmore, lo que nos define en algunas de esas ficciones arriba enumeradas es una herida psíquica, ¿cómo se debería mostrar esa herida en una ficción o la herida debería estar instalada dentro mismo del creador?
 
Y MIENTRAS TANTO... EL PULSO SIN DESCANSO, EL PULSO SIN DESCANSO...

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Nombre: Franco
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FRANCO. Del germ. Frank: libre, exento. Sencillo, sincero, ingenuo y leal en su trato. Liberal, dadivoso, bizarro y elegante. Desembarazado. Libre, exento y privilegiado. Patente, claro, sin lugar a dudas. CAVAGNARO: es un apellido italiano originario de Parma pero extendido en Liguria, donde existe un río con ese nombre. Existen datos desde el siglo XIV. Pasaron a América desde el siglo XVI y en mayor cantidad desde el siglo XIX a Estados Unidos, Argentina y Perú. Hay estudios sobre la rama peruana que inició un Angelo Cavagnaro, de San Andrea de Verzi, que llegó en 1852 con toda su familia.

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