Pensar imágenes, no palabras. El cine es imagen y sus metáforas son obviamente visuales, su virtud es detenerse en lo cromático, en el contraste, en revelar un nuevo modo de mirar algo que en un principio es común. En lugar de ello un simple giro o guiño hace diferente algo cotidiano, revelando su poesía. Esto es sobre todo lo que he notado en Happy Together de Wong Kar Wai, una cinta en la que la cámara siempre se detiene para revelar: esa profusión cromática del azul y el morado, esa licuefacción del color en la caída de aguas de las Cataratas de Iguazú al inicio de la película. El cromatismo apagado de las calles de Buenos Aires, a veces vivificado por el reflejo de las luces de neón y el protagonista, Fai, fumando melancólicamente en un umbral. Una imagen muy acorde con el sentimiento de incertidumbre o abandono de sus personajes, hongkoneses perdidos, exiliados en una ciudad que no es la suya y que los condena a la soledad. Gran diálogo cuando uno de ellos dice: “Argentina es Hong Kong, pero al revés. ¿Cómo será Hong Kong al revés?” = toma abierta en auto de Hong Kong: la ciudad de cabeza. El cielo abajo, la ciudad arriba.
La carretera argentina tan infinita como su pampa y ese color verdoso sobre el blanco y negro. Los corredores oscuros de los hostales de mala muerte en Buenos Aires, las habitaciones húmedas y sin embargo estridentes para provocar el marco perfecto del amor homosexual de los dos protagonistas de la cinta. Una calle de Buenos Aires en la que un grupo de hongkoneses juegan al fútbol, azulinos y velados por la claridad de un sol apabullante. Un amante solitario cavilando en una embarcación, el movimiento de las aguas generadas por el motor bajo su mirada lánguida y la cámara moviéndose ebria. Dos homosexuales bailando un tango apasionado en una cocina comunal. Y sobre todo incertidumbre y abandono, soledad, es lo que este gran film despierta en una película aparentemente simple, pero absolutamente lírica en su forma.
Otra escena, uno de los amigos de los protagonista encumbrado sobre un faro en el fin del mundo, entre la Cordillera de los Andes en Tierra del fuego. No hay nada, solo la naturaleza. “Solo se escucha un lamento, como si alguien se lamentara”, dice el personaje. Increíble.
El argumento, la trama. Lo de menos. No por nada, Wong Kar Wai trabaja sin guión. Una pareja de homosexuales que se aman y se odian. Van y vienen. Desean el regreso a Hong Kong y le temen. Buenos Aires los aisla. El título de este comentario es parte de la narración en off, pero qué buen título para un libro, de lo que sea.
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Comentarios:
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CAVAGNARO: es un apellido italiano originario de Parma pero extendido en Liguria, donde existe un río con ese nombre. Existen datos desde el siglo XIV. Pasaron a América desde el siglo XVI y en mayor cantidad desde el siglo XIX a Estados Unidos, Argentina y Perú. Hay estudios sobre la rama peruana que inició un Angelo Cavagnaro, de San Andrea de Verzi, que llegó en 1852 con toda su familia.