materiaverbalis
22 de noviembre de 2007
 
LA COCAÍNA DEL TIEMPO




El pasado de Alan Pauls es una gran novela, increíble las primeras 350 páginas. Aunque hacia el final tiene una resolución más bien floja, porque utiliza una suerte de imagen/metáfora del desamor final y la destrucción del amor por el tiempo, lo cual es válido, pero capitaliza una disminución de su fuerza en las últimas 170 páginas.

Pero todo el proceso que lleva a esa resolución con una prosa minuciosa, cocainómana, escéptica, reflexiva, redundante, una prosa cabecera que se inclina de atrás hacia adelante, y de adelante hacia atrás, de modo caprichoso para hablarnos del amor y sus secuelas en torno al pasado, a todo aquello que se va y que se encarna en fotografías, objetos, sucesos, todo es tocado por el amor y el arte de amar. Porque en esta novela amar es un arte. Y todo parte y llega desde el amor y sus criaturas, enfermizas, obsesivas.

Uno de los objetos preferidos para reflexionar en El pasado, y que además son los mejores depositarios de un pasado compartido y fijado: las fotografías. Antes de las 100 primeras páginas, el narrador dice: Pero las fotografías, como la mayoría de esas nimiedades simbólicas que las parejas acumulan a lo largo del tiempo, lo pierden todo cuando el contexto que les daba sentido se disuelve: no sirven literalmente para nada, no tienen ninguna posteridad. En un sentido, sólo les quedan dos destinos: la destrucción… y el reparto… De modo que las fotos quedaron ahí, estancadas en la indeterminación, como amuletos que, retirados de circulación, no tuvieran otra cosa que hacer que acumular energía y sentido.

El sentido de pertenencia a algo que pierde sustento una vez destruido, agobia en toda la novela, no solo en el amor sino en cada aspecto de la vida, por ello esa desmemoria que es no pertenecer a algo y que encuentra su mayor significación en el amor de pareja, expuesto lo mismo mil veces de modos diversos, con excelentes imágenes, con puntuales y significativas anécdotas, hace de El pasado un artefacto repetitivo como poético, una caja de resonancia espectacular que se afana y se abalanza sobre esas minucias que rodean la vida y que son ella misma.

El pasado va aproximadamente así: Después de una relación de 13 años, una infidelidad y un aborto, Rímini y Sofía, la eterna pareja de la juventud, deciden dejarse por un tiempo, pero el más reacio a hacerlo por miedo a perder, termina siendo quien olvida lenta y conscientemente a Sofía, y Sofía pasa a recordar y no superar la ruptura de su relación. Después de visitar las diferentes aristas del amor con otras mujeres y sendos matrimonios, un hijo, y un largo periodo de refugio en la cocaína (una felicidad más), Rímini regresa con Sofía y a un grupo que se reúne en el bar que han fundado una serie de mujeres engañadas y desengañadas: el mítico bar Adela H, nombre desde el cual parece irradiar el meollo de la novela. Una versión inversa de la niña mala de Vargas Llosa, puesto que Sofía es como Adela H, personaje histórico, hija de Víctor Hugo, de quien se reproduce una aseveración espectacular sobre su amor incondicional y platónico: el amor solo lo puede realizar o alcanzar con el Teniente Pinson.

También Rímini dice algo maravilloso e iluminador viendo una de esas fotografías que explican su pasado: “No, miraba una foto y no decía: Esto que miro sucedió; decía: Esto que miro sucedió y ha muerto y yo he sobrevivido”. Porque el paso del tiempo, la memoria, puestos al servicio de la destrucción del amor, son una máquina minuciosa y paciente, aparentemente obvia y redundante, pero eternamente vencedora, por eso en algún momento se da el siguiente diálogo entre Sofía y Rímini: “¿Se separaron? No exactamente. Nadie se separa, Rímini. Las personas se abandonan. Esa es la verdad, la verdad verdadera.” Quién puede poner en duda eso y como en otro lugar se dice: Qué es el amor sino una selección natural. Con alguna de estas frases en medio de estos sucesos comunes a todos, que alguna vez alguien sufrió o vivió, se puede empezar otra novela, quizá también de 500 páginas.

Encontré el trailer de El pasado (2007) film basado en la novela y dirigida por el brasileño Hector Babenco y protagonizada por el tontón de Gael García.



Y un comentario desde el Festival de Cine de Roma.
 
Comentarios: Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]





<< Página Principal
Y MIENTRAS TANTO... EL PULSO SIN DESCANSO, EL PULSO SIN DESCANSO...

Mi foto
Nombre: Franco
Ubicación: Lima, Lima, Peru

FRANCO. Del germ. Frank: libre, exento. Sencillo, sincero, ingenuo y leal en su trato. Liberal, dadivoso, bizarro y elegante. Desembarazado. Libre, exento y privilegiado. Patente, claro, sin lugar a dudas. CAVAGNARO: es un apellido italiano originario de Parma pero extendido en Liguria, donde existe un río con ese nombre. Existen datos desde el siglo XIV. Pasaron a América desde el siglo XVI y en mayor cantidad desde el siglo XIX a Estados Unidos, Argentina y Perú. Hay estudios sobre la rama peruana que inició un Angelo Cavagnaro, de San Andrea de Verzi, que llegó en 1852 con toda su familia.

Archivos
junio 2006 / julio 2006 / agosto 2006 / setiembre 2006 / octubre 2006 / noviembre 2006 / diciembre 2006 / enero 2007 / marzo 2007 / abril 2007 / mayo 2007 / junio 2007 / julio 2007 / agosto 2007 / setiembre 2007 / octubre 2007 / noviembre 2007 / diciembre 2007 / enero 2008 / febrero 2008 / marzo 2008 / abril 2008 / mayo 2008 / junio 2008 / julio 2008 / agosto 2008 / setiembre 2008 / octubre 2008 / noviembre 2008 / diciembre 2008 / enero 2009 / febrero 2009 / marzo 2009 / abril 2009 / mayo 2009 / junio 2009 / agosto 2009 / setiembre 2009 / octubre 2009 / noviembre 2009 / diciembre 2009 / enero 2010 / febrero 2010 / marzo 2010 / abril 2010 / mayo 2010 / junio 2010 / julio 2010 / agosto 2010 / setiembre 2010 / octubre 2010 / noviembre 2010 / mayo 2011 /


Powered by Blogger

Suscribirse a
Entradas [Atom]