LA FIESTA SALVAJE

Un poema de los años veinte, escrito por
Joseph Moncure March, ilustrado en los 90 por
Art Spiegelman. Reproduzco la excelente introducción del ilustrador:
La presente edición sigue el texto original, que considero una imagen perfecta de su época. Mi deseo de ilustrar
La fiesta salvaje surge no solo de la añoranza del inocente hedonismo de dub-dub-a de los años 20, aunque c
onfieso sentir una tremenda nostalgia por todas las décadas que preceden a mi nacimiento. Después de todo ya hemos vivido todas las décadas del siglo XX al menos dos veces. En este momento posmoderno las podemos ver todas de manera simultánea –la austeridad de los 30, el genocidio de los 40, los zapatos de plataforma de los setenta– mientras nos precipitamos hacia el milenio, como si nos ahogáramos y viéramos cómo nuestro pasado transcurre en un suspiro ante nuestros ojos.
Es posible que el tono perfectamente afinado de March, entre la perpleja inocencia y el cinismo mundano, resuene con total vigencia en nuestra década de los 90. La generación “perdida” de March vio cómo la civilización se descomponía en pedazos en La Guerra que Había de acabar con Todas las Guerras. Nuestra generación “náufraga” ha visto recientemente el Fin de la Historia.
Su generación engullía ginebra de fabricación casera y montaba una fiesta salvaje. Nuestra generación traga Prozac –o se extravía en librerías de segunda mano– mientras espera que la policía entre para poner orden.El argumento es el siguiente:
The story of a wild Prohibition-era Manhattan party is told in syncopated verse inspired by the jazz rhythms of the day. First published in a limited edition of 750 in 1928 and promptly banned in Boston, William Burroughs read it in 1938 and later explained, "It's the book that made me want to be a writer." It was reissued in a toned-down version in 1968, but it wasn't until after Art Spiegelman chanced upon an original edition in a used book store that the complete text of the poem would find large distribution, now greatly enhanced by Spiegelman's signature illustrations which capture the jump and hustle of the rhymes. The result is a fusion of Gatsby-esque decadence and Frans Masereel's urban gloom that is titillating, exhilarating, and engigglating.