En lucha libre, un “Half-Nelson” es una llave inmovilizante de la que no es fácil, sino imposible, librarse, así tú quieras librarte de ella. Pero no es sólo su adicción lo que tiene inmovilizado a Dunne (Ryan Gossling), un maestro desilusionado y autodestructivo que entabla una extraña relación con Drey (Shareeka Epps), una estudiante negra de 13 años en un suburbio de New York, aparentemente son razones profundas que en ambos protagonistas en paralelo son vistas y sólo sugeridas pausada y minuciosamente.
Half Nelson (2006) nunca se adentra en explicar por qué las cosas marchan mal para Dunne, aunque podría sugerirlo en escenas muy cortas (una ex novia a punto de casarse, ideales estropeados que él se encarga subliminalmente de disfrazar frente a sus púberes alumnos, una razonable incomunicación familiar). Sólo cuando imparte clases, Dunne se muestra animado, brillante, fuerte y con pleno control. Pero su vida personal es otra cosa: es adicto al crack.
Un profesor motivador hablando de los cambios en la historia, las fuerzas convergentes, las luchas sociales, pero que no puede salir de la asfixiante llave nelson que lo tiene cogido del cuello. Un excelente paralelo es Drey, su alumna, perdida en los condicionantes sociales de una familia destruida por la falta de un padre, un hermano en prisión y sus necesidades económicas.
El gancho para la relación entre alumno y maestro es que Drey encuentra fumando crack a Dunne en uno de los baños del colegio. Al sorprenderlo aterrado, recogido como un feto descubre el verdadero yo de su maestro: desesperado, ensimismado, los ojos inyectados de sangre en una perfecta burbuja de solipsismo.
Half Nelson despliega una ambigüedad pasmosa en el triángulo que se cierne entre Drey, Dunne y el dealer que empleó a su hermano. Lo ambigüo es que el profesor debería ser bueno y correcto, pero sólo es un adicto a las drogas, mientras que el dealer es comprensivo y trata de ayudar. En esa pugna, Drey también está sometida a fuerzas que en apariencia son diferentes, pero que podrían ser la misma.
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FRANCO. Del germ. Frank: libre, exento. Sencillo, sincero, ingenuo y leal en su trato. Liberal, dadivoso, bizarro y elegante. Desembarazado. Libre, exento y privilegiado. Patente, claro, sin lugar a dudas.
CAVAGNARO: es un apellido italiano originario de Parma pero extendido en Liguria, donde existe un río con ese nombre. Existen datos desde el siglo XIV. Pasaron a América desde el siglo XVI y en mayor cantidad desde el siglo XIX a Estados Unidos, Argentina y Perú. Hay estudios sobre la rama peruana que inició un Angelo Cavagnaro, de San Andrea de Verzi, que llegó en 1852 con toda su familia.