materiaverbalis
5 de mayo de 2009
 
RETAZOS DE MI DIARIO 2009 (II)

P ha viajado a Brasil.

No, no es verdad. P ha huido al Brasil. P no es un narcotraficante ni un delincuente. O en todo caso sí lo es. Es un fugitivo del amor. Del desamor para ser más exacto. P tuvo una larga relación con una cotizada modelo del medio. N suele aparecer seguido en las páginas de sociales, como invitada o chambeando de modelo. Aunque en verdad no entiendo, ella es una superficie. Surface. She’s a star como dicen los James. N es alta y larga. Es preciosa, pero no es linda. No llega a esa categoría más bien reservada a una suerte de belleza espiritual acompañada de un categórico toque de belleza física. La vi varias veces, en un taller de creatividad de RPP en el Museo de la Nación, en un cocktail de inauguración de Vivanda de San Isidro junto a otras modelos, encaramadas una al lado de la otra como en un cuadro de Gustav Klimt. En otra ocasión me invitó a participar de una votación vía web sobre los destinos turísticos más increíbles en el Perú. N es una imagen que aparece siempre en la superficie de una revista o de una fotografía, pero en el fondo nunca está ahí. P estaba enamorado de ella. Cada cosa que hacía P era un sucedáneo de ella. Una voluntad extendida desde su cabeza y que él interpretaba. La modelo era la intelligetzia, una suerte de deux machina y P era el brazo del amor, la herramienta, el instrumento. En su hi5 podías encontrar sus fotografías juntos en lugares singulares. Abrazados frente a las Cataratas de Iguazú. En el estadio de Boca, las bocas abiertas en un grito indescriptible, pero mudo. En Ipanema llevando sombreros de paja. En Katmandú sorbiendo una sopa espesa y haciéndole muecas a la cámara. En Varadero simulando un topless. P es el más radiante de los dos. Es quien parece llevar la parte subterránea de todo, quien lleva el peso de la reflexión. Al menos es mi opinión. P es quien atesora todas las migajas y las guarda pacientemente en su interior. Es difícil encontrar al muchacho delgado y despeinado, alfeñique y un poco torpe, que fue él en la primaria. Pero es él en esencia. Al menos tiene la misma sonrisa distraida y el peinado desordenado. N está ahí, pero al mismo tiempo no. Quizá sea un error mío. Quizá lo estoy imaginando. Ya sé lo que ocurrió y entonces analizo a posteriori la cosa. Trato de dar una explicación a su fracaso. Según M que también lo conocía y secretamente admiraba, ella lo dejó. Hizo una broma a continuación, pero yo nunca me bromeo con el desamor. Le tengo un respeto helado a esa gente que sufre por amor. Pongo cara seria y le digo que no se bromee con eso. Nadie está libre de sufrir sus embates. Antes pensaba que los suicidas por amor eran unos pelmazos insufribles. Eran como los fans de Goethe y su joven Werther, aquellos que se suicidaron por amor como el joven alemán. Me parecían ridículos, yo que tenía el amor de A siempre asegurado. P pensaba que N siempre estaría ahí. M me confirmó: ya no están. Cuál es tu punto, pregunto. Ella ha desaparecido todas sus fotos juntos de su hi5, entra y verás. No tengo tiempo, respondo. Pero el asunto me intriga. Una tarde saliendo del trabajo, veo a P vagando por un parque cerca de mi casa. Está desaliñado, como si hubiera salido de casa en pijama. Me llama la atención. Lo veo desde el bus. Está perdido, concluyo cuando me encuentro con M en el msn. No quería decir que tenías razón, pero viéndolo así, estoy seguro de que está destruido. Trato de contactarlo en el msn. Aparece su nick, pero no contesta. N ha anulado su capacidad de respuesta. El lenguaje es lo primero que destruye el desamor. La voz es débil y de a pocos las palabras se quedan atragantadas sin poder salir. Pierden significado. Pierden sentido. La sintaxis es enrevesada y caprichosamente busca un nuevo orden en la cabeza del desfavorecido. P no está en Lima, me dice M. Se fue a Brasil. ¿Así? Y qué hace por allá. Creo que ayuda a su viejo con unos negocios. ¿Su viejo? ¿El tombo? No era tombo, era militar. Ok el militar. Por eso N lo dejó. No entiendo. P nunca trabajó, estudiaba hotelería, pero lo dejó después de un año. También. Vivía de lo que su viejo le daba. Su papá estuvo muy metido en toda la webada de Montesinos y Fujimori. Mierda, ¿cómo sabes todo eso? ¿No te acuerdas? El mismo se ufanaba de eso en las kermeses del cole. No lo recuerdo. Desde su computadora podía entrar a la RENIEC y ver tus datos personales, toda tu información. En suma era el pichón de un espía.

–Increíble.
–¿Qué piensas de él?
–Puta no sé huevón.
–Yo lo admiraba.
–¿Así? ¿Por qué? –pregunté con curiosidad.
–Recuerdo una vez, días después de terminar el cole, me lo encontré en la calle. Tenía un Toyota del año. Me jaló a mi casa. Mientras esperaba en un semáforo, prendió su radio a todo volumen. Eran los Chemical Brothers. Estaba super cool al volante. Eso se me quedó grabado en la cabeza.
–Bueno.
–Ahora está cagado.
–Al final nadie está tan cagado… ni siquiera por una mujer. El que realmente está cagado no retrocede en sus intenciones de destrucción. Sigue hasta el final. A mí me resulta hasta de más valor que el won se quite a Brasil. Iniciar una nueva vida bien lejos. Eso es poético. Tengo una historia así en mi novela.
–Tú siempre regresas a tu novela. Tu puta novela tiene una explicación para todo ¿no? Es como la Biblia.
–Mi novela no, las ficciones explican todo. Mi novela es una ficción más.

**

En el mismo libro prescindible leo una gran sentencia: la amistad y el amor son las creaciones más frágiles. Ambas representan la misma demencia: creer que las personas pueden llegar a conocerse.

**

T ya no está seguro de que valga la pena seguir contándome todo esto. Las cosas deberían ser bastante más simples. Y en realidad lo son. El único que se las toma a pecho y las analiza es él. Por qué. Deberías de deformar tu historia, le digo. Deberías servirte de Rent, la excelente canción de Pet Shop Boys. Rent me gustaba desde que era un adolescente. Esta canción tiene magia, pensaba mientras recordaba a J. Su beso fue el beso más doloroso de mi vida. Extraño... Ahora que T lee las letras de las canciones sabe de qué trata. It’s about ella and me. D tiene dinero. Trabaja para una agencia de viajes, por eso se compra ropa fina. Es la Mary Popins de la moda. Me confesó que había soñado con ella desnuda en un cuarto de hotel caro. Ella lo esperaba desnuda con sus zapatitos de tacón marca Cacharel, mi marca, añadía acariciándole la cabeza y moviendo su cintura de modo libidinoso. Y pasando sus manos por su cuerpo empezaba a cantar: You dress me up, I’m your puppet/ You buy me things, I love it/ You bring me food, I need it/ You give me love, I feed it. Y hacían el amor escuchando esta canción hasta que el mozo del hotel les traía su pedido, he interrumpían sus juegos para antes de llevarse la primera porción a la boca, repetir en coro: But look at my hopes, look at my dreams/ The currency we’ve spent/ I love you, oh, you pay my rent. Mi imaginación desecha la falsa versión. Ahora prefiero To the end de Blur. Esa canción es para mí el non plus ultra del romanticismo. Me debería de comprar un smokin y mi amada un vestido de marca. Nuestro amorío debería ser en blanco y negro. Perdidos, colapsados por el amor, sintiéndonos tontos en una casa country británica, la más británica de todas. Ella me susurraría: Well you and I/ Collapsed in love/ And it looks like we might have made it/Yes, it looks like we’ve made it to the end. Y al final haríamos el amor calatitos en el césped recién cortado. Mi saco se pondría verde… pero de la vergüenza.

 
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FRANCO. Del germ. Frank: libre, exento. Sencillo, sincero, ingenuo y leal en su trato. Liberal, dadivoso, bizarro y elegante. Desembarazado. Libre, exento y privilegiado. Patente, claro, sin lugar a dudas. CAVAGNARO: es un apellido italiano originario de Parma pero extendido en Liguria, donde existe un río con ese nombre. Existen datos desde el siglo XIV. Pasaron a América desde el siglo XVI y en mayor cantidad desde el siglo XIX a Estados Unidos, Argentina y Perú. Hay estudios sobre la rama peruana que inició un Angelo Cavagnaro, de San Andrea de Verzi, que llegó en 1852 con toda su familia.

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