ELCANON DE HAROLD
Cuando uno piensa en
El canon occidental de
Harold Bloom, se imagina primero a todos los grandes poetas, novelistas y demás en una carrera alocada por los 100 metros planos. Allí está
Shakespeare jalándolo del laurel a
Dante y éste haciendo lo propio con el arete del dramaturgo inglés. Más atrás vienen
Chaucer, Joyce, Kafka, Emily Dickinson, Walt Withman, Proust y todos los demás, demasiado respetuosos de los dos primeros corredores como para pisarles el poncho. Después de seis años releo el libro y pienso en un cuadrilátero de pugilatos, donde
Shakeaspeare es el matoncito y
Dante el sobrado. Como siempre, y como me ocurrió la primera vez que leí el libro, me quedo con
Dante. Me rectifico en mi juicio sobre
Miller, en verdad no hay nadie más egocéntrico y fanático de sí mismo que Dante porque es
“el más agresivo y polémico de todos los escritores importantes de Occidente… Dante era un partido político y una secta de un solo miembro”. Y supongo para Bloom Dante es herético por solapa, porque
“la convincente ironía (o alegoría) de la obra de Dante es que él afirma aceptar los límites al tiempo que los viola. Todo lo que es vital y original en Dante resulta arbitrario y personal, y aun con todo es presentado como la verdad, en consonancia con la tradición, la fe y la racionalidad”. Dante es tan sobrado que seguramente el creía que no estaba para elogiar a todos los que le precedieron, sino que
“él los distribuye, según su propio criterio, en el Limbo, el Purgatorio, el Infierno y el Cielo, pues él es el verdadero profeta, y espera ser reinvindicado en su propia época”.Ahora veo este libro como una prueba obvia de los tiempos de competencia brutal.
El canon occidental es producto exclusivo de esa visión. En esa batalla, los escritores se hacen un espacio en la gloria. Entonces los creadores deben enfundarse guantes de box si quieren sobrevivir.