Esa es una de las primeras afirmaciones de Stéphane en The science of the sleep. Me quedo con Eternal sunshine, aunque sin embargo ésta tenga su encanto en la actuación tontona de García. Los trabajos sosos y aburridos frente a la imaginación infantil y creativa de Stéphane. Las irresponsables evasiones de Stéphane del trabajo por una libertad que solo dormir le puede dar. Me encantó. La distribuidora ha gastado su platita, ha roto su chanchito. En el Cineplanet de Alcázar se repartían estos volantes y claro ya tengo mi entrada para el concierto de Björk el martes 13 de noviembre.
Lo que en Eternal sunshine era un despliegue de imágenes a favor de una trama, en The science of sleep es el meollo de la cinta. La inadaptación abierta y al parecer psíquica de Stéphane era solo una elección en el caso de Joel, debido al desamor que le producía el desastroso final de su relación con Clementine y al extraño proceso de lobotomización al que se sometía, en cambio el Stéphan de The science of sleep es un indaptado de nacimiento, uno congénito.
La trama va así, según Butaca: The science of sleep narra las desventuras de Stéphane (Gael García Bernal), un joven artista gráfico en cuyo cerebro se emite un programa de televisión en continua pugna con la realidad. Aterrizado en París con la esperanza de un buen trabajo y tras entrar en contacto con una nueva vecina, Stéphanie (Charlotte Gainsbourg), la posibilidad de un romance se abrirá paso en su onírico universo de cartón.
En realidad el problema se inicia porque en Francia, su nuevo hogar, a Stéphane su madre le ha conseguido un trabajo que lo frustra. Según Stéphane, él es muy creativo y ha presentado al gran jefe su calendario sobre la Desastrología, muy a tono con el acaecer del mundo en estos últimos años, accidentes aéreos y desastres naturales suplantan a los desnudos y los paisajes edénicos que suelen gustar a los clientes. Obviamente su proyecto es rechazado de inmediato y esta materia real (un rechazo) le sirve de caldo de cultivo en un sueño absurdo. Los compañeros de trabajo (que lo acompañan a lo largo del film) al parecer son proyecciones de los impulsos primarios de Stéphane y en sus sueños la inestable realidad con su difuso límite se ve recreado en el programa de TV que es en verdad su conciencia. Vamos, no sé qué tan oscuro es esto. Muy buena comparación: la conciencia como set de televisión. Por ejemplo, los ritos del hombre adulto (como el afeitarse) se ven sometidos al absurdo de cartón y juguetería que es parte de la estética del film y que se relaciona con las animaciones rusas o de Europa del Este. En verdad Stéphane es un niño crecido que se niega a aceptar el mundo tal cual, lo extraño es que muy dentro, Stéphane tiene un conocimiento cabal de sí mismo, pero claro es un conocimiento no racional y por ello inútil al momento de la evaluación y la resolución en el mundo diario. Las cosas se complicarán cuando conozca a Stéphanie, quien se muda frente a su departamento y con quien cree tener una afinidad especial. De hecho la tienen, ambos se creen creativos y trabajan con sus manos para crear objetos al parecer inútiles en la realidad, pero llenos de una magia propia en sus vidas. Pero lo que falla en esa relación es justamente la inmadurez del protagonista con su poética de los sueños. En lo personal, los sueños de Stéphane me hacen acordar claramente a Chagall con sus colores difusos y sus estructuras citadinas deformadas por el filtro de los sentimientos. Recuerdo mucho el cuadro en el que un adolescente besa a su amada y levita o de otros personajes que vuelan sobre ciudades deformadas y coloreadas como le ocurre al protagonista de The science of sleep.
Algunas críticas hacían referencia a lo poco narrativa que era la película en relación a su antecesora, pero en lo personal me pareció clara, menos narrativa en el sentido tradicional, pero igualmente narrativa mediante imágenes, lo único difuso fue el cierre: la apuesta final de Stéphane al parecer es el mundo onírico.
Me sigo quedando con la canción de Beck "Everybody got to learn sometimes", original canción del grupo The Korgis. Parte del Soundtrack también de El viaje (film de treinta minutos).
FRANCO. Del germ. Frank: libre, exento. Sencillo, sincero, ingenuo y leal en su trato. Liberal, dadivoso, bizarro y elegante. Desembarazado. Libre, exento y privilegiado. Patente, claro, sin lugar a dudas.
CAVAGNARO: es un apellido italiano originario de Parma pero extendido en Liguria, donde existe un río con ese nombre. Existen datos desde el siglo XIV. Pasaron a América desde el siglo XVI y en mayor cantidad desde el siglo XIX a Estados Unidos, Argentina y Perú. Hay estudios sobre la rama peruana que inició un Angelo Cavagnaro, de San Andrea de Verzi, que llegó en 1852 con toda su familia.