Jugando con fuego en la frontera del mundoThe Quiet American (1955) de Graham Greene es una novela de corte político-policial que llegó a mis manos gracias a la película homónima protagonizada por Michael Caine y Brendan Fraser en el 2002. El título de la misma fue traducido para nuestras salas simplemente como
El americano.
Tanto la película como la novela están muy bien narradas. La única diferencia estriba en el final feliz de la novela. En este aspecto la película es superior. El hecho de que ambas estén bien llevadas es una característica de las ficciones de Greene. Recuerdo la buena impresión que me dejó
El poder y la gloria, cuya trama está ambientada en el México de las persecuciones a los curas católicos. El argumento de
El americano impasible (lleva dicho título en la mayoría de traducciones al español) es bastante simple. Es la historia de Thomas Fowler, periodista inglés, afincado en Vietnam años antes del ingreso de las fuerzas norteamericanas en la región, separado de su esposa en Londres por la distancia y una serie de infidelidades que han dejado una retahíla de heridas en ella. Una tarde conoce a un joven norteamericano, Alden Pyle, que llega como colaborador del servicio diplomático norteamericano y sorpresivamente se enamora de Fuong, la concubina del periodista inglés.
El americano impasible juega de manera formidable entre el drama pasional generado por el inusual triángulo amoroso y las intrigas políticas. Esto se refuerza si tomamos en cuenta que Pyle es un operador subrepticio de dichas intrigas, al tiempo que Thomas es un espectador neutral de éstas debido a su profesión, actitud que mantendrá en la guerra y en su creencia acerca de Dios. En verdad, Pyle es un recién llegado a Vietnam que a los ojos del narrador (Fowler) no entiende nada, y por eso deberá convertirse en algo así como en su pedagogo cuando lo conozca. En su primer encuentro se deja bien establecida la trama, el conocimiento, la ironía, la neutralidad y el ateísmo de Fowler. Un viejo zorro, curtido por los dilemas políticos y la propia vida, mientras que Pyle despliega su inocencia y su conocimiento obtenido de los libros que ha devorado y que, como se lo revelará Fowler, muestran una imagen distorsionada de la situación política de los países extranjeros, en este caso Vietnam y el comunismo que es combatido por las tropas francesas. Entonces a partir de este encuentro, el periodista inglés rastreará las “inocentes intenciones” de Pyle: su discurso político plagado de palabras tan ideales como explosivas: Democracia y Libertad.
Ni siquiera oyó lo que le dije; ya estaba totalmente sumergido en los dilemas de la democracia y las responsabilidades de Occidente; estaba decidido –muy pronto pude comprobarlo- a ser útil, no a una persona determinada, sino a un país, a un continente, a un mundo. Bueno, ya se hallaba en su elemento, podía dedicarse a mejorar el universo entero.El antagonismo de estos dos personajes es muy sutil. El viejo colonialismo inglés (Fowler) frente a las ansias del robusto nuevo colonialismo norteamericano (Pyle), aunque este nuevo colonialismo a diferencia del anterior porte la máscara de la libertad otorgada en nombre de la Democracia. Lo que hace Pyle es interpretar la realidad en Vietnam bajo la tutela de un tal York Harding, el nombre podría corresponder a cualquier otro autor de libros políticos, pero el contenido de su prédica es el mismo: la participación de una Tercera Fuerza en la contienda en la región. Y bajo ese trasfondo, Fowler reflexiona:
Nunca entendió nada que no le hubieran explicado en la sala de conferencias, y sus escritores y sus profesores lo convirtieron en un estúpido. Cuando veía un cadáver, ni siquiera era capaz de distinguir las heridas. Una amenaza roja; un soldado de la Democracia.
Lo que Fowler detesta de Pyle es su idealismo ciego y sus peligrosas intromisiones en el acontecer de Vietnam, lo cual a la larga acabarán por afectarle directamente cuando éste conozca a Fuong y descubra que ella es solo una concubina del inglés e intente por la vía legal hacerla suya, proponiéndole matrimonio y una vida juntos en EEUU. Fuong es el cuerpo del deseo: una vietnamita y los dilemas que despierta por su posesión en el viejo inglés y el joven americano. Un periodista viejo que detesta la idea de la soledad y por ello no quiere dejarla y un intelectual norteamericano que además de querer arrebatársela por un sentimiento muy parecido al amor, pretende protegerla escudado en argumentos éticos que a su vez esconden el temido germen geopolítico.
Qué actual resulta la miopía de Pyle en relación al accionar bélico y geopolítico de los EEUU. Precisamente, su idealismo será su perdición, pues lo llevará a tomar partido por una de las facciones en disputa, en este caso por un rebelde llamado el General The. Un tipo misterioso y que con la ayuda de los explosivos plásticos otorgados a través de Pyle por los funcionarios norteamericanos perpetrará algunos atentados en la ciudad. UN típico modus operandis, digno de la CIA. La explicación que le da Fowler acerca del accionar de EEUU en el ámbito internacional, es más actual que el pan. La preferencia que los servicios secretos deben alentar a favor de la facción que en apariencia parece querer transigir con el poder extranjero (en este caso la guerrilla de The), a la cual cree manejar y que tanto en la ficción como en la realidad siempre acaba por traicionarlos y combatirlos (recuérdese a Osama Bin Laden). Este hecho aunado a las oscuras intenciones de quedarse con Fuong, generarán en el viejo Fowler un odio especial contra Pyle. La actuación de Michael Caine en la película es formidable en su desesperación por no perder a su concubina y la escena de confrontación con Pyle después de que ésta huye con él es magnífica.
Otro aspecto que resalta es justamente la idea que tanto Fowler como Pyle se hacen de Fuong. Ambas arbitrarias. Ambas tamizadas por su carácter exótico y objeto del deseo. Una visión extranjerizante que parece estar un poco más sustentada por parte de Thomas, quien lleva algunos años con ella, pero que en el fondo, como confiesa, escapa en los velos de sus misterios tan profundos como los desvelos que le proporciona el opio.
Thomas es además un hijo absoluto de las guerras mundiales (transfigurado en narrador recurre mucho a las comparaciones entre los atentados en Vietnam y los bombardeos alemanes sobre Londres), pues a las esperanzas pueriles de Pyle siempre opone su desencanto y su ateísmo. Demasiado consciente de sus posibilidades y la latencia de la muerte asomando a la vuelta de la esquina. El retrato que el narrador nos hace de Pyle, por el contrario, nos refresca las noticias internacionales de los últimos años: ante el avance cada más tangible del imperio gringo sobre el mundo luego del 11/09, lo cual hace más actual esta excelente novela escrita en los años 50.
Por si no lo habíamos dicho,
El americano impasible parte de un hecho desencadenante: el asesinato de Pyle a manos, según el comisario francés Vigot, de un amante desengañado. Descubrir al verdadero asesino y sus motivaciones es parte de la tarea del lector.