UNA CITA
Yo tenía que adaptarme a las nuevas circunstancias. Era consciente de que la solución a mis problemas no estribaba en fortalecerme a mí mismo, por supuesto, pero, en cualquier caso,lo único que podía hacer era mantener la moral alta. Lo único que podía hacer era esperar con paciencia a que ella se curara.
«¡Eh, Kizuki!», pensé. «A diferencia de ti, he decidido vivir como es debido. Tú debiste de sufrir, pero yo también sufro. De veras. Todo lo que está ocurriendo procede de tu muerte: abandonaste a Naoko a su suerte. Yo, en cambio, jamás podré hacerlo, porque la quiero y soy más fuerte que ella. Y aún seré más fuerte. Maduraré. Me convertiré en un adulto. Debo hacerlo. Hasta ahora había deseado permanecer eternamente en los diecisiete o dieciocho años. Pero ya no lo pretendo. Ya no soy un adolescente. Tengo sentido de la responsabilidad. Kizuki, ya no soy el que estaba contigo. He cumplido veinte años. Y debo pagar un precio por seguir viviendo.»
(Norwegian Woods. Haruki Murakami: pag. 362)
PD:(¡un gran final!)
Llamé a Midori por teléfono.
—Quiero hablar contigo —le dije—. Tengo muchas cosas que contarte. Eres lo único que deseo en este mundo. Necesito verte. Quiero empezar una nueva vida a tu lado.
Al otro lado de la línea, Midori enmudeció durante largo tiempo. Aquel silencio recordaba todas las lluvias del mundo cayendo sobre la faz de la Tierra. Yo, mientras tanto, permanecí con los ojos cerrados y la frente apoyada en el cristal. Por fin,
Midori habló.
—¿Dónde estás? —susurró.
¿Dónde estaba? Todavía con el auricular en la mano, levanté la cabeza y miré alrededor de la cabina. ¿Dónde estaba? No logré averiguarlo. No tenía la más remota idea de dónde me hallaba. ¿Qué sitio era aquél? Mis pupilas reflejaban las siluetas de la multitud dirigiéndose a ninguna parte. Y yo me encontraba en medio de ninguna parte llamando a Midori. (pág 427)
HAY DOS TIPOS DE PERSONASReiko me miró durante unos instantes en que se le hicieron más profundas las arrugas del rabillo del ojo.
—No sé. Hablas de una manera un poco extraña —replicó—. No estarás imitando al personaje de
El guardián entre el centeno, ¿verdad?
—¡No! —Me reí.
Reiko, con el cigarrillo entre los labios, también se rió.
—Eres un buen chico. Mirándote, me he dado cuenta. En los siete años que llevo aquí he visto ir y venir a mucha gente. Así que lo sé. Hay dos tipos de personas: los que son capaces de abrir su corazón a los demás y los que no. Tú te cuentas entre los primeros. Puedes abrir tu corazón siempre y cuando quieras hacerlo.
—¿Y qué sucede cuando lo abres?
Reiko, con el cigarrillo entre los labios, juntó las palmas de las manos con aire divertido.
—Que te curas —afirmó.
Huraki Murakami "Norwegian Woods"