JUEGOS DE LA MENTE Y EL CORAZÓN
How happy is the blameless vestal’s lot!
The world forgetting, by the world forgot.
Eternal sunshine of the spotless mind!
Each pray’r accepted, and each wish resign’d.
Alexander PopeLa simetría en el amor. La simetría en los afectos. Así como ocurre en la vida, la justicia es sobre todo una idea abstracta. No existe como tal, tan solo como una abstracción y un ideal que en lo concreto no cuaja y se queda en el interior extendiéndose y retrayéndose como una vaga nebulosa que solo en casos específicos logra concretarse. Peor aún, cómo se le puede ocurrir a la gente que haya justicia en el amor, que el ser amado sea justo, que cuando se le exija el mismo amor, con esa misma intensidad que uno intuye se mueve en el interior, el otro pueda responder con esa misma fuerza. Como alguna vez una persona muy sabia me dijo: en el amor siempre uno ama más que el otro. Y bueno solo hasta que a uno le sucede, este hecho es tangible. Es verdadero y de ser una abstracción se convierte en un objeto definido con bordes precisos (estoy canibalizando mis prosas), con propiedades físicas, con vida propia.
Esta reflexión viene a propo de
Eternal sunshine of the spotless mind (2004). Este fin de semana la vi por quinta vez.
El argumentoJoel (Jim Carrey) es un solitario hombre que un día en un paseo conoce a
Clementine(Kate Winslet), una mujer impulsiva y comienza una relación. Después de un tiempo y muchas diferencias, Clementine decide romper la relación y ponerse en manos del doctor Mierzwiak (Tom Wilkinson) para que le borren todos los recuerdos relacionados con Joel. Cuando éste descubre que Clementine no lo reconoce, decide someterse también a un lavado de cerebro. En el proceso de borrado de memoria, Joel se arrepiente de su decisión y decide escapar con la Clementine de sus recuerdos para no olvidarla.
A grandes rasgos la película va así, al menos según
Wikipedia. No sé cómo comenzar a comentarla, basta decir que ganó un Oscar a mejor guión.(Charlie Kauffman), qué tal maestro, y la dirección estuvo a cargo de Michael Grondy. El inicio es uno de los mejores.
Joel (Carrey) despierta en su cama el día de San Valentín (buen dato), baja para irse al trabajo y ve que su carro está abollado a un lado. Terrible comienzo. Hace frío y en una toma larga se le ve contrariado en una estación de trenes. En off dice algo así como que los vendedores de tarjetas han inventado San Valentín para hacer sentir a la gente como basura. Y entonces toma una decisión apresurada, aunque como él explica en off no es de tomar decisiones apresuradas, no es impulsivo. No irá a trabajar. Sale corriendo por la estación y toma un tren hasta
Molouk. Aquí empiezan un serie de reflexiones y secuencias en las que Joel camina por una playa desolada, llama por teléfono al trabajo desde una cabina abandonada, bajo una inclemente nevada, etc. Hasta que se topa con Clementine (Winslet) e inician un chaplinesco diálogo con mejor música de fondo… etc. En suma, se conocen. Ella lo invita a su depa. Trata de seducirlo pero Joel es sumamente parco y ella se burla de su timidez. Entonces se va a su departamento y apenas llega la llama y ambos se ríen porque ella sabía que la llamaría. Entonces Clem le propone ir esa misma noche al río Charles que está congelado y ambos se tienden en el hielo. Una gran grieta a su lado es el símbolo perfecto de su amor (wauuuu estoy hablando de cine o literatura?) y el hielo quebradizo es el suelo nada seguro que ambos pisan (que linda imagen del amor, así linda!).

Hasta aquí es una historia de amor común, pero de pronto la cámara sigue a un Joel solitario conduciendo por una calle sombría, en lugar de estar feliz por esa noche memorable, llora y se golpea contra el timón de su auto. Algo ha ocurrido pero no sabemos. Magnífico. Entonces a partir de aquí se evidencia que la historia está contada de atrás para adelante. Pero esto también puede ser una ilusión.
De a pocos vamos descubriendo detalles. El principal, Clem ha decidido borrar de su mente todo recuerdo de Joel, en venganza él hace lo mismo. La ciencia al servicio de lo que a veces deseamos fervientemente: olvidar (a propo a modo de coincidencia encuentro esta cita de
Jorge Edwards en
El sueño de la historia (2000) novela que actualmente me encuentro leyendo, y que le va perfecto:
“El hombre es historia, es memoria, y es, a la vez, como se sabe, desmemoria. Hay una dosis saludable de olvido, ya que la memoria perfecta… nos agobiaría al fin y nos destruiría”). En el caso de Eternal, la memoria puede ser manipulada (seguramente esto ocurrirá en la realidad, dentro de muy poco, estoy seguro). La película es en verdad el desordenado, caótico y lobotómico proceso que él inicia, recorriendo y desdoblándose por los corredores de su cabeza, en los que a mitad del borrado empieza a arrepentirse de olvidar todo eso que ha sido hermoso en su vida, las cosas tontas, la pasión, el amor, todo se lo va llevando la ciencia del hombre y Joel desdoblado en la misma Clem dentro de su cabeza empieza a sacar cuentas de sí mismo, de su relación, de su vida, de sus recuerdos de niño (las secuencias en las que quiere salvar su recuerdo en sus propias humillaciones: en sus masturbaciones, en la burla de otros niños cuando tenia 5 años, etc.). Estas secuencias son las mejores junto con las que aparecen huyendo y cuando los sentimientos se desbordan en la atmósfera de esos recuerdos, mezclándose y desordenándose hasta hacerlos absurdos o llenos de una significación poética. Hay una secuencia en la que ambos están en la cama y Clem es frágil y Joel le dice (se lo está diciendo así mismo):
–Déjame aunque sea guardar este recuerdo.
Mi escena preferida. Finalmente Joel está a punto de borrar el día que se conocieron en una parrilla de una pareja de amigos (he aquí la incongruencia aparente de la película con lo que hasta ese momento sabemos, es decir que se habían conocido el día de San Valentín). Lo vemos hablar y al mismo tiempo reflexionar con Clem y ella que en realidad es un recuerdo a punto de borrarse, reflexiona con él. Ambos desean atesorar ese último y primigenio recuerdo. Y ella (que es él) le dice:
–Joel pronto esto habrá acabado también. Esto habrá sido borrado de tu cabeza, ¿qué hacemos? Y Joel dice algo increíble:
-¡Disfrutarlo!Wauuuuuu y entonces aparecen caminando por una playa nocturna, entran a una casa de playa abandonada y la impulsiva Clementine empieza a curiosear y el soso y reflexivo Joel tiene miedo de que los pillen y le dice que se deben ir, pero ella no quiere y le dice que se vaya. Y Joel se siente herido y decide irse. Pero antes de marcharse finalmente para olvidar ese último e inevitable recuerdo, le dice y trata de inventar otro final, y le explica por qué se fue, por qué la quiere, por qué a veces es duro expresarlo, y dice algo increíble:
-¡Ojalá hubiera hecho tantas cosas!Genial y entonces él se inventa una despedida final y se acerca a darle un beso, el último. Y ella (que es él) le dice:
-Espérame en
Moulok.
Y yo pienso: el amor es como la vida, un gran círculo.
REALIDAD VS. FICCIÓN
“A veces la realidad supera a la ficción”, es un refrán o dicho muy conocido. Recuerdo que alguien me leyó un artículo de
Mariátegui sobre el tema. Discutimos y, claro, yo obviamente iba por lo contrario. Para mí la ficción siempre superaría a la realidad cotidiana. Ahora ya no estoy tan seguro. Por ejemplo, las múltiples ficciones ya sea en novela o cuento que han intentado crear esa atmósfera que vivimos durante los 80 e inicios de los 90 o cuyos acontecimientos de sangre eran tema central. O que sin quererlo tocaban las orillas del problema. En ese caso, lo cruda que ha sido la violencia a lo largo de nuestra historia se volvía piedra angular y
el espejo de Stendhal era más diáfano que nunca. La denuncia y el filo ético que desde muy temprano envuelve nuestra narrativa o el documentalismo ficcional último, por ejemplo, son casi productos lógicos ante nuestra brutal realidad. Y no podía ser de otro modo. Aunque claro, excepciones hay.
Acabo de terminar
Muerte en el pentagonito de
Ricardo Uceda, y creo que dicho libro supera largamente a todas las demás ficciones que tratan de reproducir esa realidad, incluso creo que esas ficciones pierden fuerza frente a la realidad que el texto documenta.
En ese caso, la ficción tratada así es largamente superada por la realidad que describe Uceda. Me animo a decir que al ser deudora de recursos novelísticos, el libro de Uceda se encarna en su personaje principal
Jesús Sosa como una especie de
Bildungsroman del crimen, puesto que este operador del
SIE es presentado desde su mundo interior y las cosas que le ocurren a veces están filtradas desde su percepción del mundo. Lo mismo ocurre con los senderistas.
En ambos casos la jerarquías son aplastantes, las ideologías omnipotentes. Y todo lo que ocurrió además de ser leído como un gran Bildungsroman del crimen, el asesinato y la tortura, es una gran novela gótica, por ratos mística y religiosa. Leyendo este libro además recordé claramente las propuestas de
Víctor Vich en su libro
El caníbal es el otro. Además de hacerse obvio el asunto de los discursos políticos de los bandos senderista y paramilitar, Vich proponía la lectura social de la realidad, como si la circunstancia social y el modo en que la sociedad se pensaba se hubiera quebrado durante esos años de barbarie, generando colisión. El gran texto que es la sociedad peruana se había desmembrado, así como los discursos que explicaban identidades y conflictos.
Otra cosa. No me queda claro por qué en
Muerte… los grandes responsables políticos quedan ambiguamente libres de polvo y paja. Los grupos paramilitares del gobierno aprista solo eran manejados por
Agustín Mantilla y punto, a pesar de que actuaban en el local del partido desde el cual
Alan García planeó su campaña del 85. En fin… También es sospechoso el modo en que se evade el tema de
El Frontón hasta hacerlo casi un hecho fantasma si se le relaciona con la simultánea matanza en el penal de Lurigancho. O las responsabilidades del
Grupo Colina en la Cantuta como un desmadre casi gratuito de
Martín Rivas, un exabrupto que nuestro héroe Sosa, repudia pero no puede impedir. Muy lejos e invisibles quedan
Montesinos y Fujimori. Mención aparte el tema de los montoneros argentinos. Terrible episodio, ante el cual la gente del SIE parece un grupo de entusiastas. Un kindergarden del crimen.
Casi lo olvidaba, en un capítulo sobre violaciones sexuales a camaradas en Ayacucho se evidencia la matriz de la novela de
Alonso Cueto, La hora azul. También recordé algunos testimonios de
Miguel Gutiérrez en su libro
Celebración de la novela sobre las propias heridas que había sufrido y que como ocurre con los testimonios de senderista y paramilitares o víctimas en general, explican sus pensamientos y acciones. Gutiérrez recordaba las circunstancias en las que escribió esa maravillosa ficción que es
La violencia del tiempo, como sucede con La hora azul, en la novela de Gutiérrez también es la violación de una india lo que funda una estirpe, signada por eso que
Elmore llamaba humillación o herida psíquica. Indudablemente para mí la novela del escritor piurano es bastante mejor que la de Cueto, por tener mucho más carga metafórica y más niveles de interpretación que la de Cueto. Fuera de varias historias entretenidas y claramente significativas.
Un excelente registro de esta etapa de nuestra historia es además la música, hace muy poco me jugaron los 3 primeros álbumes de
Miki González y se respira en algunas canciones esa atmósfera enrarecida de la que estoy hablando, claro que con una clara dotación popera, pero de buen calibre, lo mismo, pero con un toque más de fines de los noventas en pleno fujimorato,
La Sarita en
Más poder, destroza con una canción que en esa vena realista denuncia los injustos juicios de ese periodo en
Simeón (VIDEO: http://www.youtube.com/watch?v=O_dgYHuh9RY). En una onda que combina la chicha y el rock, más una protesta viril y agresiva. Y claro también en una vena más lírica
Leuzemia destruye el bobo con
El asesino de la ilusión (VIDEO: http://www.youtube.com/watch?v=UB27QLCYGS0). En una entrevista con Yurek Aguirre, el líder de la banda le reveló que Fujimori era el verdadero asesino de la ilusión. Y quizá uno de verdad.